jueves, 6 de diciembre de 2007

Una noche de verano...



Esa madrugada desperté empapadisima, enredada entre unas sabanas que no me eran familiares. Abrí primero un ojo, el izquierdo y a continuación el derecho, dando un giro de 180 grados hasta encontrarte allí tendido, con tu torso desnudo y un pie adentro y el otro fuera de la cama. Parecías un niño, allí dormido e indefenso. Las gotas de sudor caían por tu pecho, mientras que el aire del acondicionador hacia su máximo esfuerzo por intentar frenar la transpiración que brotaba, propia de una noche bastante agitada.

Me levante, me puse esa remera viejita tuya de Pink Floyd que tanto te gusta y me dirigí al baño para remojarme un poco la cara e intentar peinarme, el calor era sofocante, quizás también beber un poco de agua bien fría de la canilla; la cocina quedaba lejos, no había muchos ánimos de ir a servirme de la heladera.

Volví a la habitación, procuré no hacer mucho ruido, puesto a que me parecía una imagen muy tierna el verte allí tirado, tranquilo, con las defensas bajas, sin fuerzas para pelear, y me detuve a contemplarte por un buen rato. Busque en el bolsillo trasero de tu pantalón de jean color black denim un cigarrillo. Yo nunca fumo, pero esa noche se merecía uno, que se yo…a manera de festejo…pero, ¿Qué festejaba?

Me asomé al balcón y sentándome en el suelo al lado de un pótus medio marchito me prendí el pucho y comencé la cuenta regresiva de toda esa noche. Volviendo unas horas atrás en el tiempo, no sé ni cómo lo logre…una especie de efecto mariposa, me remonte al principio de todo, como llegue hasta esa habitación tan masculina, como hice las cosas que hice, el amor que sentí durante unas horas, en fin.

Todo comenzó la noche del viernes anterior en un bar de la calle Maipú. La cita era a las 21 hs, hacia tanto tiempo que no te veía que hasta ya tenía miedo de no reconocer tus facciones, tu pelo, tu olor, ese hoyuelo malvado que tanto me gusta junto a tu boca. En fin, todo me daba vueltas, el estomago era como una calesita a 180 km/h. mis manos sudaban y mis piernas se retorcían como una serpentina. Sentía ese miedo de adolescentes en su primera salida. Llegaste tarde, como es de costumbre en vos. Pero como enojarme si esa sonrisa siempre me compra. Nos miramos un instante, como reconociéndonos… ¿sos vos o no? Nuestros ojos se fundieron y solo atinamos a abrazarnos y besarnos, como pocas veces, pero parecía como la primera vez, con ese temor a lo desconocido.

Entramos al bar, nos sentamos en una mesita al fondo de todo. Las luces tenues hacían del lugar algo sumamente acogedor. De fondo algo de blues y jazz, Norah Jones era, creo. El me pregunta:
-Lo de siempre no?, o cambiaste en todo este tiempo???
Y yo le contesto:-si me conoces algo, sabes que yo no cambio tan fácil. Si, lo de siempre, afirmando con la cabeza.

Estaba maravilloso, tan varonil, tan maduro…tres años y parecía ayer cuando entre lágrimas nos despedíamos sin un reencuentro a futuro. Me pregunta tímido pero con ese aire canchero que lo caracteriza, ¿me extrañaste?...esbozando una leve sonrisa cómplice.
No le contesto,- dando un sorbo a mi daikiry de frutilla.- La verdad pensé, que te iba a extrañar más, pero no fue así.

Él:-Vamos nena, te conozco y no te creo-me toma de la mano.
¿Y vos?...¿le pregunto yo, pensaste en mi?
Él: Cada segundo de mi vida…y se ríe
Sos un fucking mentiroso!!!…seguro te encamaste con todas las yanquis que se te cruzaron por el camino. ¿Me vas a decir que en tres años nada?
Él: Linda, si me conoces bien sabes que estuve mucho pensando en vos. Y eso es posta!!
Yo:-Que pienses en mi no significa que seas un santo.
Ahí se acerca me toma del mentón, y me dice…extrañaba tus labios hermosos y esos cachetes rosaditos que contrastan con tu blanca piel. Me besa mordiéndome suavemente el labio inferior, con tanta dulzura, con tanta pasión, que creo que perdí la noción y el control de todos mis sentidos por 5 minutos.

Seguimos hablando un rato más, y en esa me dice:
- ¿queres ir al depto?….traje cosas nuevas, estuve remodelando un poco, además tengo algunas cosas que te traje.
Yo:-¿me trajiste algo?, ¿Qué?, pregunto intrigadísima.
Él. Ahhhh!!!..surprise linda, ya lo sabras.

Paga la cuenta, como siempre. Y nos vamos doblando la esquina. Ahí estaba estacionado su auto. Un palio nuevo muy bonito, con vidrios polarizados de color negro. Muy discreto todo. Subimos y vamos para su casa. Cuantos recuerdos…cuantas tardes y noches a escondidas, cuantos secretos, encuentros y desencuentros.

Llegamos rápido, no había mucha gente circulando…raro para ser una calurosa noche de sábado. Guardamos el coche en el garaje, y luego subimos. Ese lugar era tan mío y a la vez no. Había olor a historias mías por todo el edificio, pero sentía que una parte mía se había olvidado de todo eso.
7mo piso, depto. C. él entra primero, prende las luces. Estaba todo muy cambiado. Muy minimal. Blancas paredes, vidrio, metal, sillones negros. Muy distinto a la última vez que pase mi noche en ese lugar. Ya no reconocía nada. Todo me era ajeno.

Hacía mucho calor, prende el aire y me da algo de tomar de la heladera. Yo prendo la radio, Aspen. Justo un tema que amamos, Crazy de Patsy Cline. El se sienta a mi lado sin quitarme la vista. Y de apoco su boca comienza a acercarse lentamente sobre el margen derecho de mi cuello. Me corre hacia un costado el cabello, y comienza con suaves besos a recorrer mi hombro, mi cuello hasta llegar a mis orejas. Dejo el vaso a un costado, y comienzo a besarlo también con suma pasión, como anhelando esos besos, esas caricias que por fin eran mías otra vez. En un acto de impulsividad, se levanta del sillón y me sube sobre su regazo llevándome hasta el dormitorio. Me desliza suavemente sobre la superficie de la cama y su cuerpo se tumba con suma cautela sobre el mío. Me sigue acariciando, sus manos necesitaban reconocer el terreno que estaban tocando, volviendo a recorrer los senderos que habían sido olvidados durante tres años de larga ausencia. Yo lo necesitaba, lo aclamaba. Me arrodille sobre el colchón y de apoco fui desabrochando los botones metálicos de su camisa negra. De un tumbo lo deje del otro lado de la cama. Yo sobre su regazo…comencé a desprenderme de mis ropas con un poco de vergüenza y ese jueguito de nenita que tanto lo volvía loco.

Lo tome por las manos y llevándolas hacia la cabecera de la cama lo sostuve con todas mis fuerzas, acepto que el también colaboro un poco. Nos poseímos el uno al otro. Ya ninguno de los dos sabía cual eran los límites del propio cuerpo. Rasgue su pecho con mis uñas y saboree de su ser como nadie más hizo. Fuiste animal y dulce, y yo me convertí en tu vampira, bebí de tu sangre, de tu esencia. Me hiciste gritar hasta que las paredes vibraron, 4 o 5 veces. De repente todo se calmo y moriste en mí, y yo morí en vos. Perdí el conocimiento…así hasta casi el amanecer. Luego dormiste y yo dormí en tus brazos.

Así estuve hasta que desperté y volví en sí. Ahora te miro, tan niño tan hombre, tan mío…ansiaba tus besos, tu sexo, tu cuerpo. Las noches clandestinas, todo tu yo. Tire la colilla del cigarrillo por el balcón y volví a tu lado. Ya no quería perder ni un minuto más de ti, tres años de eterna espera habían sido demasiado…ahora por fin estabas aquí, entre las paredes de la habitación donde me hiciste tuya por primera vez.

domingo, 2 de diciembre de 2007

bitacora de una obsesion


Mío, tan solo quiero que seas mío. Te nombro, te busco, más no te encuentro. Te pierdes en mi mente, en mi cabeza conjunto a los millones de recuerdos e imágenes mentales de tu rostro. Te vuelves añicos, te desgranas con el ocaso, y yo con esa paciencia infinita intento unir tus moléculas para volverte a transformar, recrearte a mi modo de alguna manera. Pienso en ser dios y hacer de ti mi creación. Quizás pueda configurarte, transfigurarte…reprogramar tu corazón y tus recuerdos.

Te observo a cada instante, como a una joya entre mis manos, y me carcomo a mí misma, en mi recelo y en mi soledad. Te lloro en silencio, y trago mis lagrimas cuan veneno, que cae por mi garganta como un acido, que llega a mi estomago plagándome de bilis verde, que brota por mis poros con ímpetu, con esa ira que tan solo conocen los que sufren al perder.
Camino las calles añejas, olvidadas por el tiempo y a la buena de Dios, buscando un sendero que me lleve tras tus huellas. Sé que es tarde, tu reloj ya dio las horas, y él no sonara por mí ya nunca más, pero aun intento una vez más recobrar lo que alguna vez fue mío, y que con tanto fervor cuide y ame.

Me volví polvo, la sombra de una niña que de repente se hizo mujer en tus brazos. El espectro de un ser oscuro. De uñas negras y cabello ensortijado. Un ente que vaga por los rincones del mundo buscando un aroma, un sonido, un signo o una señal. Algo que tenga tu forma o parte de tu esencia. Unos ojos que me miren y no me juzguen. Te ame demasiado, pero jamás me había dado cuenta hasta que un día abrí los ojos y ya no estabas al pie de mi cama como todas las mañanas, que tus manos ya no se enroscaban entre mis cabellos, y tu boca dejo de respirar sobre mi nuca.

Me siento más sola que nunca, vacía y desamparada, acurrucada en un rincón esperando. Empapada en un mar de llanto. Lastimando mi piel, vejando mis manos y mi corazón. Quiero desconectar mi cuerpo del hilo que me une al mundo y dejarme llevar. Ya no me importa el destino, el cielo o el infierno me da igual, de todas maneras en ninguno de los dos estaré contigo. Fracase, contigo y conmigo. Ya no deseo más nada, pues todo lo que deseaba era al menos una noche entre tus brazos, pero esa idea se ha esfumado.

Vuelvo a mirar los recortes de tu rostro en la vieja fotografía color sepia, esa que destruí y luego intente rearmar tal cual un rompe cabezas con cinta. Ya nada es igual, o todo es lo mismo. No se…no encuentro diferencias. Las noches de alcohol y música suicida quizás crearon un ser anestesiado, incapaz de inmutarse ante cualquier acto sublime, con la virtud de escaparse propia de los cobardes y la esperanza de los que sueñan, propia de los valientes. Ya no creo en nada, ya no creo en nadie, ni siquiera en mi misma, porque hasta yo he traicionado mi dignidad, rebajándome a la suplica, humillándome ante la indiferencia. Comiendo de las migajas de tu corazón partido. No es mucho, pero así me conformaba. Pero ahora sé que no es lo que mi cuerpo necesita. Mi alma te aclama entero, no porciones de ti.

Estoy cayendo, sucumbo ante lo inevitable, era previsible todo esto pero estuve ciega y me negué a ver la realidad. Me encerré en mi castillo de cristal y no quise saber del mundo real. Hoy que me volví una vagabunda, mendiga de un sentimiento, dueña de una obsesión se cuan errada estuve. Ahora pago mi pecado, amarte con locura, tanto así que resolví volar lejos. No tiene sentido la vida, y la muerte me parece absurda. Quizás, en otra vida, en otro cuerpo en otro tiempo y lugar, pueda reparar mi error…por eso allí voy a tu encuentro…



Y la sangre se extendió a lo largo y ancho de la sábana blanca de algodón. Este es el fin de una agonía, el final de una obsesión.